Colección: Los pequeños libros de la sabiduría 225
Traducción de Manuel Serrat Crespo
Páginas: 202
Formato: 11 x 14 cm
Encuadernación: Rústica
ISBN: 978-84-9716-320-0
Año aparición: 2.021
Precio sin IVA: 11,54€
Precio con IVA: 12,00€
Es el profeta de los tiempos modernos, ante los cuales todos los demás parecen mudos. Vitupera mejor que los profetas; su fuego se alimenta de todo el estiércol de nuestra época.
Franz Kafka
Algunos han definido a Léon Bloy (1846-1917) como “anarquista de derechas”, la verdad es que es inclasificable y se pueden decir de él muchas cosas, salvo que sea un escritor com- placiente. Bloy nació en Périgueux de un padre anticlerical, mason y volteriano y una madre católica, y parece que estos extremos se reflejaron en su naturaleza radical y virulenta. En su juventud fue un ateo militante, un verdadero enemigo de Cristo y la Iglesia. Sin embargo, muy pronto, bajo la influencia del escritor Jules Barbey d’Aurevilly, a quien conoce hacia 1868 y quien será su mentor y protector, se convierte al catolicismo, credo que vivirá con una gran intensidad y compromiso hasta el fin de sus días.
Bloy criticó sin tregua su época, una sociedad que odiaba porque encarnaba un mundo sin Dios: ateos, clérigos mundanos, burgueses enriquecidos, obreros descreídos, pasan un duro examen en sus escritos… y nadie sale incólume, ni tan siquiera sus amigos, con la mayoría de los cuales acabó distanciándose. Pero aquellos que tuvieron el aplomo de aguantar sus diatribas, descubrieron en él un gran cristiano y excelente escritor, de corazón misericordioso que empatizaba con despreciados y afligidos. Desempeñó un papel crucial en la evolución espiritual de muchos intelectuales a quienes reconcilió con el cristianismo, como los filósofos Jacques y Raïssa Maritan y el pintor Georges Rouault, entre otros.
La sangre del pobre (1909) es una de sus obras más importantes. En ella desenmascara con total libertad de consciencia –de la que fue tan celoso y por la que pagó un precio altísimo– la decadencia, hipocresía y crueldad de su sociedad. Georges Bernanos puntualiza que Bloy, a causa de su exaltación, puede parecer incongruente, pero que en realidad su pluma se mueve inspirada por el Espíritu.