John Ruskin
El rey del río de oro
Colección: Erase una vez... Biblioteca de Cuentos Maravillosos 56
Prólogo de Carmen Bravo-Villasante
Traducción de Carmen Bravo-Villasante
Páginas: 59
Formato: 15 x 21 cm
Encuadernación: Rústica
ISBN: 978-84-7651-426-9
Año aparición: 1.990
Precio sin IVA: 6,73€
Precio con IVA: 7,00€
“En el momento en que se decía esto para sus adentros, se oyó en la puerta un doble aldabonazo, grave y sordo, como si el aldabón estuviese atado y fuese más parecido a una sacudida que a un golpe.
-Será el viento- se dijo Gluck-, nadie se atrevería a dar dos aldabonazos a nuestra puerta.
No, no era el viento, pues volvieron a llamar más fuerte y lo que era más extraño es que el que llamaba pareciera tener prisa y no tuviera el menor temor a las consecuencias.
Gluck se acercó a la ventana, la abrió y sacó la cabeza para ver quién era. Ante él estaba el hombrecillo más extraordinario que hubiese visto en su vida. Tenía una nariz muy larga, ligeramente enrojecida; sus mejillas estaban hinchadas y eran muy coloradas y hacían suponer que hubiera pasado las últimas ochenta y cuatro horas soplando un fuego reacio a encenderse; sus ojos parpadeaban animadamente a través de largas y sedosas pestañas, sus bigotes se retorcían en dos vueltas como un sacacorchos, a cada lado de la boca…”
John Ruskin
El escritor inglés John Ruskin (1819- 1900) fue un teórico del arte de la pintura y de la arquitectura que viajó por Europa y pasó grandes temporadas en Italia. Son famosos sus libros Las siete lámparas de la arquitectura y Las piedras de Venecia.
Admirador de los cuentos de Grimm y de las novelas de Dickens, escribió a petición de una niña amiga suya este cuento de El Rey del Río de Oro o los Hermanos Negros, en el que interviene muy activamente el Viento Sudoeste y otros extraños personajes. La descripción del paisaje alpino por donde discurren los tres hermanos de esta historia en busca del Río de Oro, da lugar a bellas descripciones de la Naturaleza en sus crepúsculos y en sus amaneceres. El final sorprendente es una hermosa lección moral.
La calidad literaria de la traducción de Carmen Bravo-Villasante y la cuidada ilustración de Richard Doyle hacen de este cuento una joya de la literatura infantil universal.