Séneca
De la brevedad de la vida
Colección: Los pequeños libros de la sabiduría 233
Prólogo de Sara Boix Llaveria
Páginas: 112
Formato: 11 x 14 cm
Encuadernación: Rústica
ISBN: 978-84-9716-264-7
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Precio con IVA: 9,00€
Séneca, uno de los filósofos estoicos más relevantes, con su lenguaje claro y directo,
ofrece en esta obra una reflexión sobre la vida y lo fugaz del tiempo.
De la brevedad de la vida es uno de los ensayos de filosofía moral de Séneca. Escrito
hacia el 49 d. J. C., está dedicado a Paulino, suegro del filósofo, y se considera
que es una exhortación para que se retire anticipadamente de la absorbente vida laboral.
En la obra Séneca afirma, en contra de la opinión común, que la vida no es breve. La naturaleza
nos ha dotado de una existencia suficiente para alcanzar nuestros fines últimos. Lo que
sucede es que el tiempo se desperdicia de mil maneras, y el filósofo pasa a mencionar las muchas
maneras en que los seres humanos pierden su tiempo: unos se entretienen con los placeres
de la carne; otros se creen obligados a conceder a los demás todos sus momentos, y así pierden
irremediablemente su tiempo, pues, advierte Séneca, este es un bien que no se puede restituir.
Otros, más refinados, se dispersan en una estéril erudición que los aleja de la verdad; critica la
equívoca noción de ocio que se tiene como mera diversión y placer, y lo contrasta con el que es
útil, el estudio de la filosofía. Séneca se pregunta el porqué de esta inconsecuencia y piensa que,
siendo el tiempo intangible, la persona común no sabe valorarlo. La obra asimismo reflexiona
sobre el carácter fugaz del tiempo, como el pasado ya no existe, el presente es brevísimo y el
futuro es incierto.
En oposición a todos, se destaca el sabio, quien es capaz de sacar el mejor partido a lo
huidizo de la existencia y trabaja con maestría extrayendo del tiempo la ayuda que le conducirá
al verdadero objetivo: de las experiencias del pasado extrae inteligentes conclusiones; el
presente lo vive con intensidad, no elude ni el deber que le ha asignado el destino, ni pospone
la búsqueda espiritual; y el futuro, aunque hipotético, lo organiza racionalmente como mejor
puede. Séneca concluye que una persona así no teme morir, pues su vida ha sido plena en este
mundo y lo será también en el venidero.